jueves, 24 de mayo de 2007
'No direction Home'
Por María Elena Vallés
Nunca me ha gustado Bob Dylan. Hasta hace poco me parecía antipático, engreído, izquierdista por definición y con una voz que se asemeja al maullido de un gato. Aquellos que estén conmigo, es posible que cambien de opinión tras el visionado de este documental de algo más de tres horas y media. La narrativa usada por Scorsese no pretende hacer un somero y simple repaso por la biografía de este artista. Si fuera así, sería un auténtico rollazo. En todo caso, además, constituiría un biopic inacabado. Su realizador toma la decisión de parar de contar los hechos en una fecha determinada y significativa: 1966. ¿Qué tiene de especial este año? Pues que es la etapa de electrificación de Dylan y de su polémica gira en compañía de los futuros The Band.
Scorsese realiza una crónica con materiales muy diversos sobre la evolución de Bob desde que salió de su Minessota natal, pasando por sus primeros acercamientos radiofónicos al country, el descubrimientos del rock and roll, del folk, su llegada a Greenwich Village (Nueva York) y su encuentro con la escena bohemia. En todo este metraje, encontramos incursiones (muy acertadas) de esa gira eléctrica de 1966, que significó un punto de inflexión en la carrera de Dylan. Su aspecto de rockero pasado de rosca y ese giro hacia un sonido más eléctrico le pareció interesante al cantante para rebelarse contra todos aquellos que le encasillaban dentro de la categoría de cantautor comprometido y contra todos los izquierdistas de la supuesta contracultura de la época. Dylan en inclasificable. Dylan es único. Es él. Esta narrativa pone de manifiesto que el talento del artista es incapaz de quedarse estancado para siempre en un único sonido. Y eso muchos de sus fans y otros estandartes del folk no fueron capaces de comprenderlo. La última escena del documental es muy significativa al respecto. “Judas”, le dice un fan a un desmelenado y altivo Bob antes de cantar Like a rolling a stone.
El montaje del documental cuenta con piezas de una larga entrevista al cantante, junto a otros personajes que estuvieron relacionados con él durante esa época. Joan Baez, Pete Seeger, Maria Muldaur, Allan Ginsberg van aportando su granito de arena al retrato personal que va montando Scorsese. Éste usa también footage inédito como son todas las imágenes del Newport Folk Festival y algunas rarezas que algunas comunidades de fans aportaron.
Todo un relato épico y odiseico que narra los obstáculos que va superando un joven judío (Dylan) para encontrarse a sí mismo. En él se enfrenta a periodistas que tratan de encasillarlo, seguidores que se enojan por su salto al formato eléctrico, algunos amigos que tratan de boicotearle algún concierto (es el caso de Pete Seeger que trata de cortar los cables durante su actuación en el Newport Folk Festival de 1965). Decisivo es el recorte temporal escogido por Scorsese para hacer la película ya que el director se muestra interesado en retratar la década que va desde fines de los cincuenta hasta pasada la mitad de los sesenta a la luz de Greenwich Village de Nueva York.
Es un buen documental. El director de Taxi driver sabe hacer cine, conoce bien la obra de Dylan, es un adicto a la música popular americana y cuenta con el respaldo del propio artista, que va haciendo de hilo conductor con sus recuerdos y comentarios ad hoc.
Advertencia final: no hace falta ser dylaniano para tragarse entera la película.
Scorsese realiza una crónica con materiales muy diversos sobre la evolución de Bob desde que salió de su Minessota natal, pasando por sus primeros acercamientos radiofónicos al country, el descubrimientos del rock and roll, del folk, su llegada a Greenwich Village (Nueva York) y su encuentro con la escena bohemia. En todo este metraje, encontramos incursiones (muy acertadas) de esa gira eléctrica de 1966, que significó un punto de inflexión en la carrera de Dylan. Su aspecto de rockero pasado de rosca y ese giro hacia un sonido más eléctrico le pareció interesante al cantante para rebelarse contra todos aquellos que le encasillaban dentro de la categoría de cantautor comprometido y contra todos los izquierdistas de la supuesta contracultura de la época. Dylan en inclasificable. Dylan es único. Es él. Esta narrativa pone de manifiesto que el talento del artista es incapaz de quedarse estancado para siempre en un único sonido. Y eso muchos de sus fans y otros estandartes del folk no fueron capaces de comprenderlo. La última escena del documental es muy significativa al respecto. “Judas”, le dice un fan a un desmelenado y altivo Bob antes de cantar Like a rolling a stone.
El montaje del documental cuenta con piezas de una larga entrevista al cantante, junto a otros personajes que estuvieron relacionados con él durante esa época. Joan Baez, Pete Seeger, Maria Muldaur, Allan Ginsberg van aportando su granito de arena al retrato personal que va montando Scorsese. Éste usa también footage inédito como son todas las imágenes del Newport Folk Festival y algunas rarezas que algunas comunidades de fans aportaron.
Todo un relato épico y odiseico que narra los obstáculos que va superando un joven judío (Dylan) para encontrarse a sí mismo. En él se enfrenta a periodistas que tratan de encasillarlo, seguidores que se enojan por su salto al formato eléctrico, algunos amigos que tratan de boicotearle algún concierto (es el caso de Pete Seeger que trata de cortar los cables durante su actuación en el Newport Folk Festival de 1965). Decisivo es el recorte temporal escogido por Scorsese para hacer la película ya que el director se muestra interesado en retratar la década que va desde fines de los cincuenta hasta pasada la mitad de los sesenta a la luz de Greenwich Village de Nueva York.
Es un buen documental. El director de Taxi driver sabe hacer cine, conoce bien la obra de Dylan, es un adicto a la música popular americana y cuenta con el respaldo del propio artista, que va haciendo de hilo conductor con sus recuerdos y comentarios ad hoc.
Advertencia final: no hace falta ser dylaniano para tragarse entera la película.
'Remind me' o una de inmersiones infográficas
Por María Elena Vallés
Sociedad de la información; flujo, procesamiento y almacenamiento de datos; brecha digital; imperialismo cultural. Sólo de oír estos términos a uno le entra miedo. ¿Qué efecto produce ver ilustrados estos conceptos en una narración audiovisual?
Si algún valiente quiere probar, puede sumergirse en el mundo de las infografías, diagramas, esquemas y mapas que el estudio francés H5 creó para el clip del tema Remind me de Royksopp. Toda una declaración de intenciones para poner en evidencia el mundo de sobrecarga de información en el que estamos inmersos.
Un día cualquiera en la vida de una oficinista londinense –argumento en apariencia poco interesante y que nada tiene que ver con la letra de la canción- se convierte en un hipnótico baile de estadísticas y gráficos que no hacen más que destacar la frialdad y secuencialidad de nuestras vidas. Como diseñadores gráficos potencian al máximo la explicación del mundo a partir de la estadística e hiperbolizan la dimensión más superficial y material de la vida, dejándola al descubierto. Desnudan y desmenuzan al máximo cada una de las imágenes explicándolas hasta el extremo, sobreinformando al receptor de las mismas. Un paquete de cereales genera dos o tres secuencias más al respecto mediante gráficos que informan sobre su contenido nutricional. La presentación de la protagonista va precedida de ilustraciones sobre su sistema auditivo, circulatorio, etc. Incluso los movimientos son mecanizados. La protagonista es un muñecote, un pelele, su faz es inexpresiva, puede ser cualquiera de nosotros. Sólo trabaja con el ordenador e Internet, su dieta es a base de comida rápida, y lo más llamativo de todo: el único contacto humano que protagoniza es un gesto con la mano que pretende ser un saludo a otro habitante de ese gélido universo de infografías. Para más inri, el acto “se consuma” en la escalera -cómo no- mecánica.
Respondiendo a la pregunta del principio. Al espectador puede que le parezca divertido pero a la vez aterrador ver cómo el más pequeño aspecto de la manera en que vivimos puede ser trasladado a números. Todo es predecible y está controlado ¿Dónde queda el contenido inmaterial de nuestras acciones? Simplemente no entra dentro de la cadena de producción capitalista.
Si algún valiente quiere probar, puede sumergirse en el mundo de las infografías, diagramas, esquemas y mapas que el estudio francés H5 creó para el clip del tema Remind me de Royksopp. Toda una declaración de intenciones para poner en evidencia el mundo de sobrecarga de información en el que estamos inmersos.
Un día cualquiera en la vida de una oficinista londinense –argumento en apariencia poco interesante y que nada tiene que ver con la letra de la canción- se convierte en un hipnótico baile de estadísticas y gráficos que no hacen más que destacar la frialdad y secuencialidad de nuestras vidas. Como diseñadores gráficos potencian al máximo la explicación del mundo a partir de la estadística e hiperbolizan la dimensión más superficial y material de la vida, dejándola al descubierto. Desnudan y desmenuzan al máximo cada una de las imágenes explicándolas hasta el extremo, sobreinformando al receptor de las mismas. Un paquete de cereales genera dos o tres secuencias más al respecto mediante gráficos que informan sobre su contenido nutricional. La presentación de la protagonista va precedida de ilustraciones sobre su sistema auditivo, circulatorio, etc. Incluso los movimientos son mecanizados. La protagonista es un muñecote, un pelele, su faz es inexpresiva, puede ser cualquiera de nosotros. Sólo trabaja con el ordenador e Internet, su dieta es a base de comida rápida, y lo más llamativo de todo: el único contacto humano que protagoniza es un gesto con la mano que pretende ser un saludo a otro habitante de ese gélido universo de infografías. Para más inri, el acto “se consuma” en la escalera -cómo no- mecánica.
Respondiendo a la pregunta del principio. Al espectador puede que le parezca divertido pero a la vez aterrador ver cómo el más pequeño aspecto de la manera en que vivimos puede ser trasladado a números. Todo es predecible y está controlado ¿Dónde queda el contenido inmaterial de nuestras acciones? Simplemente no entra dentro de la cadena de producción capitalista.
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