Por José Palacio
Eyes Wide Shut es la obra póstuma del gran cineasta Stanley Kubrick. Es una historia de obsesión sexual y desonfianza, un inquietante thriller que se adentra en los deseos y en los sueños del ser humano. El film es una adaptación de la novela Relato soñado (Traumnovelle, 1926), escrita por el médico vienés Arthur Schnitzler, discípulo aventajado de Sigmund Freud y Ernst Jung. Una novela ácida, pesimista, decadente y desoladora, un análisis sobre los resortes que mueven la relación que se da en una pareja entre la sexualidad y el subconsciente de cada uno de ellos.
La primera vez que Kubrick pensó en la adaptación de esa novela fue poco antes del estreno de La naranja mecánica (1970), aunque abandonó la idea para rodar Barry Lyndon. La segunda aproximación a la historia de Schnitzler surgió a mediados de los años noventa. Su anterior película había sido La chaqueta metálica (A Full Metal Jacket, 1987), y, desde entonces, no habían parado de salir rumores y especulaciones sobre cual iba a ser su próximo proyecto. En 1995, de manera totalmente inesperada, la Warner informó en una nota de prensa que Kubrick haría Eyes Wide Shut y que la protagonizarían nada menos que Tom Cruise y su esposa australiana Nicole Kidman. Kubrick había leído la oscura novela del escritor británico Frederic Raphael ¿Con quién estabas la noche pasada? (1971) (Who Were You With Last Night?) (1971), que se inspiraba en Relato soñado, bajo una perspectiva muy personal, y buscó la ayuda del propio Raphael para la reescitura del guión.
Lo que más le interesa a Kubrick de la obra de Schitzler es que “explora la ambivalencia sexual de su matrimonio feliz y trata de equiparar la importancia de los sueños y de las hipotéticas relaciones sexuales con la realidad”. Sobre esta premisa apoya el cineasta norteamericano la estructura del film. Sin embargo desde un principio tiene claras las novedades que presentará la película respecto al texto literario. En primer lugar desplaza la acción de la Viena de los años 20 a su Nueva York natal en los años noventa. Decide cambiar el título de la obra, decantándose por el sugerente Eyes Wide Shut (Ojos totalmente cerrados). Y, lo más sorprendente y morboso, opta porque los actores protagonistas sean también pareja en la vida real. Inicialmente se habló de Alec Baldwyn y Kim Basinger, pero finalmente se decidió por Cruise y Kidman, quienes se sometieron a las exigencias de un rodaje largo y complicado que se alargó casi dos años.
Tom Cruise y Nicole Kidman negociaron con Kubrick y la Warner mientras Cruise estaba en Gran Bretaña haciendo Misión imposible. Ambos, al leer el guión, estaban ansiosos de trabajar con él, y dieron el sí inmediatamente. Además, completaban el cartel Harvey Keitel y Jennifer Jason Lee. Pero, la fotografía principal de Eyes Wide Shut, que dio comienzo oficialmente el 7 de noviembre de 1996 y terminó a finales de febrero de 1998, se ganó el dudoso honor de ser una de las tomas más larga en la historia del cine. Eso provocó que Keitel y Jason Lee abandonaran el proyecto siendo sustituidos por Sidney Pollack y la desconocida actriz Mary Richardson.
Durante la primera semana de marzo de 1999 Kubrick envió una copia a Nueva York para que la viesen Cruise, Kidman, y los ejecutivos de la Warner Robert Daly y Terry Semel, a quienes advirtió con un lacónico “es mi mejor película”. El domingo 7 de marzo el director murió repentinamente en Childwick Bury, mientras dormía. Tenía 70 años.
Eyes Wide Shut cuenta dos días y dos noches en la vida de un acomodado matrimonio neoyorquino, el Dr. Bill Harford (Tom Cruise) y su esposa Alice (Nicole Kidman). El principio de la película es muy sugerente ya que se adentra de forma sugestiva en la vida de una pareja demasiado confiada y segura sí misma. Mientras suena un vals de Shostakóvich, Alice deja caer su vestido al suelo, en un apartamento muy grande y lujoso. Se están preparando para asistir a una fiesta ofrecida por el millonario Victor Ziegler (Sidney Pollack). Alice le pregunta a su marido si está guapa y él, sin mirarla, le dice que está perfecta, en un detalle que refleja la rutina de una pareja que lleva ya nueve años juntos. Dejan a su hija Helena con una niñera y salen a la noche de Nueva York.
Allí, son recibidos por Ziegler y su mujer. Bill reconoce en el pianista de la recepción a Nick Nightingale, un antiguo compañero de Universidad. Después cada uno va por su lado y a ambos se les ofrece la posibilidad de dejarse seducir. Mientras Alice está sola bebiendo se le presenta un atractivo húngaro llamado Sandor Szano, con quien baila. Ella le explica que está casada y que no trabaja. Antes dirigía una galería de arte en el Soho pero se arruinó. Ese hecho ha dejado en ella una sensación de fracaso que intenta ocultar tras el papel de madre y señora del Dr. Harford. Por eso, a un desconocido que acaba de conocer le explica algo de lo que no quiere hablar con su pareja, porque lo había guardado en su interior durante años. Al final rechaza tener sexo con el caballero húngaro, a pesar que intenta convencerla diciéndole que en un matrimonio “el engaño es una necesidad para ambos”. Por su lado, Bill coquetea con dos jóvenes muy guapas. Pero poco después es requerido por el anfitrión para que asista a una prostituta que hay en su habitación, desnuda con síntomas de sobredosis. Se trata un ejemplo de que no hay nadie más desconocido que tu propia pareja. Mientras él estaba arriba con la chica su mujer hacía de anfitriona en la fiesta.
Al volver a casa se produce la impactante escena que se insertó en el trailer publicitario realizado por la Warner. Alice está desnuda frente al espejo quitándose los pendientes, mientras de fondo suena una canción de Chris Isaak. Llega Bill y la besa en el cuello mientras ella se quita las gafas con una mirada fría y perdida. Es una imagen muy intensa que resume perfectamente la distancia que hay entre una aparente pareja perfecta.
Al día siguiente Bill llega a su despacho, situado en la zona noble de la ciudad. Es un hombre satisfecho profesionalmente ya que trabaja en la medicina, su auténtica vocación. Su situación contrasta con la de su mujer, que se limita e estar en casa aburrida, cuidando de su familia un hombre profesionalmente satisfecho porque trabaja en su vocación de médico. Ella quiere a su marido pero espera de él algo más. Cuando por la noche llega a casa se produce una conversación entre la pareja que desencadena los hechos que sucederán a posteriori. Animados por un cigarrillo de marihuana discuten acerca del amor, la fidelidad, los celos. Alice se deja llevar y le explica a su marido que la última vez que estuvieron de vacaciones en Cubo Cod se enamoró de un oficial de marina con el que sólo intercambió una fugaz mirada. Pero ese instante fue suficiente para que ella le deseara ardientemente, y pese a que estaba allí con su hija e hizo el amor con su marido, Alice explica que si el desconocido le hubiese pedido que se fuera con él aunque solo fuese una noche, ella se hubiera ido, lo hubiera dejado todo. Es una escena muy brillante. Alice desnuda al personaje de Bill y muestra por él cierto desprecio. Bill sólo sabe moverse entre tópicos, como cariño o estamos casados, ocultando sus verdaderos deseos. En apariencia lo tienen todo, pero en realidad no se conocen. Por eso Alice reconoce que su vida cómoda y burguesa es tan falsa qure la abandonaría encantada sólo a cambio de un instante con el desconocido oficial.
La conversación es interrumpida por una llamada de teléfono que comunica la muerte de uno de los pacientes del Dr. Harford. Acude al domicilio de la víctima sin poder abandonar el recuerdo de la infidelidad relatada por su mujer. Una vez allí la hija del fallecido le declara su amor a pesar de que dice que se va a casar en breve. Es otro ejemplo de las mentiras y los oscuros deseos que rodean a las parejas.
Cuando acaba la visita decide pasear por las calles de Nueva York buscando nuevas experiencias. Bill es un hombre respetado por la comunidad, y está acostumbrado a ser políticamente correcto con sus pacientes, a actuar constantemente durante todo el día en el papel de doctor joven, guapo, casado y seguro de sí mismo. Pero tan solo un comentario sincero de su mujer acerca de una fantasía ha provocado que su mundo interior se desmorone. Y decide dejarse llevar. Es un hombre frío que siempre intenta controlar sus emociones, pero no consigue quitarse de la cabeza la imagen de su mujer con el oficial (unas imágenes en color ocre representan los pensamientos de Bill, en los que aparece Alice con un oficial, pero son demasiado explicitas). Entonces decide vengarse fríamente, escuchar a sus deseos más ocultos. Se deja arrastrar hasta el domicilio de una prostituta, mas, en el momento en el que se dispone a hacer el amor, es interrumpido por una llamada telefónica de su esposa.
De nuevo en la calle, pasa por al lado del Café Sonata donde actúa su amigo Nick Nightingale, que le explica que tiene una actuación a las dos de la mañana en un lugar misterioso en el que necesita contraseña para entrar, y hay que ir disfrazado. Bill, embargado por la curiosidad, memoriza la contraeseña: FIDELIO y el lugar. Se dirige a una tienda de disfraces para alquilar un smoking, regida por un excéntrico serbio.
A continuación se dirige a la dirección dada por su amigo, que resulta ser una apartada y enorme mansión. Al llegar a la puerta exterior dos hombres le piden la contraseña y le dejan entrar. Cubierto por una capa y una máscara veneciana se adentra en la celebración de una fiesta demoníaca a modo de secta que culmina en una orgía. Una de las chicas de la celebración, que sólo lleva una máscara, le advierte del peligro que corre y sólo podrá salir de allí porque ella se sacrifica por él.
Hasta aquí podríamos decir que llega la primera parte de la obra. La orgía es el clímax al que el Dr. Harford ha llegado mediante la búsqueda del placer y el deseo. Al llegar a casa, encuentra a su mujer soñando en una pesadilla en la que hacía el amor con varios hombres a la vez. Al día siguiente, Bill, que se encuentra perdido y dubitativo, decide rehacer los pasos de la noche anterior a modo de detective de polícia, y no para de enseñar su placa de médico para abrirse puertas que para los demás están cerradas. Se dirige al Sonata pero está cerrado, mientras que su amigo Nick ha abandonado el hotel donde se hospedaba. Devuelve el disfaz y descubre que el dueño explota sexualmente a su hija. Va a ver a la prostituta y su compañero de piso le explica que es seropositiva. Va a la mansión donde se celebró la fiesta pero le dejan una nota amenazante. Lee en el periódico que una modelo ha muerto por sobredosis. Va a verla al hospital y se da cuenta que es la chica que le advirtió la noche anterior… Todo lo que vivió la noche anterior se ha desmoronado.
Reclamado por Ziegler, el anfitrión de la recepción inicial, se dirige a su casa. Una vez allí, Victor le explica que sabe todo lo ocurrido la noche anterior, que él estaba en la fiesta y le advierte para que deje de investigar. El personaje de Ziegler no existía ni en la novela de Schnitzler ni en la idea original de Kubrick. Lo crea Raphael al redactar el guión porque cree que es necesario dar una explicación al espectador. Pero creo que esta escena es totalmente prescindible. Visualmente es muy efectiva pero acaba con todo el misterio de una trama brillante e inquietante. El personaje de Victor Ziegler no aparece en el libro porque a Schitzler no le interesaba aclarar nada. En la película ocupa un lugar estratégico. Organiza la fiesta donde la pareja deja sedudirse cada uno por su lado. Su segunda aparición, fuerza una explicación excesivamente detallada y obvia. Igual Kubrick, en una nueva visión del film, hubiese prescindido de ella ya que él prefería mostrar, no explicar.
Al llegar a su casa Bill descubre a su mujer durmiendo junto a la máscara que él llevaba la noche de la orgía. Asustado, a la mañana siguiente le explica todo lo sucedido a su esposa y van con su hija de compras. Allí Alice le dice que tienen que follar. El hecho de que el Dr. Harford le explique todo a su mujer quiebra el proceso de silencios y medias verdades que configuran la magia de la película. Bill da por acabado el juego y vuelve a su aparente vida normal.
En Eyes Wide Shut las imágenes predominan sobre las palabras mientras que las ideas predominan sobre los personajes. Las 48 horas en la vida del Dr. Harford arrancan desde una fiesta a la que acude con su mujer, para remitir a otra, una orgía que se convierte en el vértice de una trayectoria ascendente. A continuación se produce el descenso del clímax, protagonizado por un estimulante sueño erótico, jamás consumado, que acaba por despertar en Alice un desesperante sentido de culpabilidad.
Kubrick siempre se refería a las películas como sueños, sueños acerca de sueños, incluyendo ensoñaciones divinas y las pesadillas, y nunca hizo distinción entre sueño y visión. Alice, en una conversación con su marido, realiza una confesión sincera que, pese a ser solamente una mezcla de deseo y pensamientos, provocan sus celos. Bill ve como su mundo aparentemente feliz no es tan seguro. Esa confesión provocan en el Dr. Harford un deseo, más que de venganza, de realizar aquellas fantasías que siempre había querido hacer pero que no se ha atrevido. Emprende un viaje a través de los reinos del deseo sin saber que desea realmente, y al final no consumará el acto sexual, ni con las sirenas Gayle y Nuala que conoce en la fiesta inicial, ni con la prostituta, ni en la orgía. Se mueve en la frontera entre deseo y realidad, entre el matrimonio y sus propias e íntimas fantasías.
Eyes Wide Shut sigue la estructura de un cuento de hadas en el que después de una búsqueda peligrosa hay en apariencia un final feliz que se impone a las fuerzas malignas. Pero este cuento no tiene un malo evidente. Todas las inseguridades, las frustraciones y los deseos están en nuestro subconsciente intentando aflorar. La semejanza con el cuento provoca que, a pesar de ser una película del presente, es un film que respira una atmósfera irreal, de ensoñación. A esto ayuda el uso de la fotografía y la música de Jocelyn Pook, György Ligeti, Mozart y Shostakvich, que configuran a la perfección la atmósfera onírica de esta adaptación del Relato soñado de Arthur Schnitzler. También juega un importante valor simbólico el color rojo. Las sábanas del lecho conyugal, el sofá donde yace la muchacha drogada, la capa del maestro de ceremonias de la orgía y la tapicería del billar de Ziegler son de color rojo.
Los orígenes centroeuropeos del cienasta afloran en él a través de una fantasmagórica recreación de Nueva York, forjada con la magia del cine por parte de un visionario que, en Eyes Wide Shut, hace de él un instrumento capaz de explorar los lugares más recónditos de la especie humana. El resto de colores son brillantes y balsámicos. Y el final es propio de un cuento. La pareja ha pasado con éxito todas sus pruebas, se lo han dicho todo el uno al otro, y están dispuestos a volver a casa para follar… Pero con la sensación de que ese “todo” es muy relativo. Que cada uno tiene su propio subconsciente en el que habitan nuestros deseos más profundos, que nadie conoce.
A través de travellings que atraviesan puertas y paredes, la mezcla sugestiva de colores (predominio rojo, azulado y naranja), los planos fijos de los rostros de Bill y Alice y la música misteriosa y envolvente, Stanley Kubrick nos lleva a lo más profundo de los sentimientos del ser humano. A sus más profundos deseos, a sus pesadillas, a sus miedos.
La estructura de la película es simétrica. Todas las escenas de la primera parte tienen una secuencia paralela en la segunda. En esta estructura las fiestas no son importantes solamente desde el punto de vista escenográfico, sino que se convierten en el eje central del film. La primera fiesta, celebrada en la mansión de Ziegler representa la incursión del deseo y el erotismo, aunque no se produce la culminación sexual. Este hecho provoca que el deseo siga reprimido.
Pero sin duda la escena més espectacular de la película, junto con el desnudo del matrimonio Cruise delante del espejo, es la celebración hipnótica a modo de celebración dionisíaca. Encarna el triunfo del vicio y la carnalidad, un lugar donde la moralidad y la represión no tienen cabida. La película alcanza aquí su máxima plasticidad, reforzada por una música decadente y perturbadora que realza el conjunto (Mozart y Shostakvich).
La importancia como clímax de la película que tiene la fiesta de la orgía colectiva contrasta con el anti-clímax que se sitúa al final de la película. Cuando Bill, arrepentido le explica todo a su mujer, se produce una vuelta a la aparente normalidad. Cuando van al centro comercial con su hija como si nada hubiese pasado, Bill y Alice buscan recuperar su cómoda rutina. Ella le dice a su marido que tienen que follar, para hacer borrón y cuenta nueva, como si haciendo el amor entre ellos pudiesen acabar con sus fantasías más íntimas.
Nicole Kidman está espectacular. Bajo una aparente fragilidad, sabe transmitir con eficacia y de una forma muy sugerente, esa mezcla de honestidad orgullosa y de culpabilidad injustificada que la confesión de sus deseos más íntimos le provoca. Más difícil lo tiene Tom Cruise. Aceptar un papel tan profundo en un guión tan complejo, y actuar a las órdenes de un director exigente y en la misma película que su mujer, siendo ésta una de las actrices más importantes del cine actual, no era nada fácil. El resultado es un Cruise creíble que sabe transmitir con la mirada, las manos, con la forma de andar, los celos que lo poseen a lo largo de toda la película. Su interpretación es muy convincente, la mejor de su carrera junto con su papel en Collateral de Michael Mann.
Mirado con perspectiva, la elección por parte de Kubrick de Tom y Nicole se hace especialmente acertada, además de por el resultado de sus actuaciones, por el hecho significativo de que, si al empezar el rodaje eran una pareja feliz, un par de años más tarde se separaron. Ese hecho, aparentemente irrelevante, hace que al revisionar la película, las miradas frías, las caricias rutinarias, la rabia de la sinceridad de Alice, todo se ve con una mirada diferente. En una entrevista posterior al estreno de la película le preguntaron a Cruise hasta que punto el rodaje había afectado en su relación como pareja. Él contestó, quizás intuyendo lo que podía pasar en un futuro, que había sido muy difícil y que si lo hubieran hecho durante los primeros años de relación no lo hubiesen podido superar.
Eyes Wide Shut es pues la última obra de uno de los directores más prolíficos e intensos de la historia del cine del siglo XX. Una última película inquietante, compleja y profunda. Los valores más destacados en el virtuosismo de Kubrick se dan en esta película. El director se atreve a adentrarse en lo más hondo de la mente humana a través de su mirada penetrante y observadora. Nos desnuda los aspectos más íntimos de una pareja burguesa neoyorquina mediante planos elegantes, ritmo sereno, imágenes sobrecogedoras, densidad argumental. Como en otras películas del director, este film nos sorprende a cada paso, manteniendo la tensión hasta el final. Para poder captar todos los detalles, toda la esencia, es necesario verlo más de una vez, y nunca dejará de sorprender.