Por María Elena Vallés
Desde sus orígenes el séptimo arte ha sido instrumento de investigación, docencia, comunicación y documentación. Es más, hay algunos a los que se les olvida que el cine nació de un avance mismo de la ciencia. Uno de los tabúes que hay que desechar por sectario es que cuando se habla de cine científico sólo se piensa en filmes documentales. Todo depende de la acepción de cine que se tome. La más amplia aceptaría como película todo registro de imágenes en movimiento, sin tener en cuenta la estructura ni la función estética o ideológica de las mismas. La concepción más restringida demandaría cierta estructura de unos contenidos de tal forma que se tratara de una narración con principio, desenlace o final. Aparte queda el hecho que esos contenidos se basen en hechos reales o ficticios. Lo importante es que el cine científico es el responsable de haber instaurado en el imaginario colectivo una imagen determinada del científico y de su actividad investigadora.
‘Todo es cine científico’
Una constante desde la prehistoria del cine, como invento, fue su aplicación a temas médicos. Por ejemplo, un doctor norteamericano, Oliver Wendell Holmes (1809-1894), dedicó buena parte de su quehacer al estudio de los movimientos de los mutilados en la Guerra de Secesión para poder mejorar las prótesis. En Francia, en el hospital de Salpetriere, el célebre Dr. Charcot solicitó en 1892 la colaboración de otro de los pioneros del cine, Albert Londa, para registrar movimientos patológicos de diversos enfermos psiquiátricos.
Después de la proyección de los Lumière se difunde la técnica, y las aplicaciones del cine a diversos problemas médicos se multiplican.
Eugène Louis Doyene (1859-1916) es quizás el primer cirujano que registra sus intervenciones. En 1902 filma la separación quirúrgica de dos hermanas gemelas. El cine en cirugía es importante porque permite la comunicación a otros profesionales de las técnicas empleadas. Tan pronto como se descubrieron los rayos x, distintos científicos empezaron a desarrollar la Roentgen-cinematografía (procesamiento de imágenes a través de la radiología) y también la cinemicrografía (para filmar microbios, bacterias o parásitos).
Este tipo de cine lo que pretende es comunicar conocimientos a los científicos de la misma rama. Muchas veces se utilizan este tipo de proyecciones en las convenciones científicas para facilitar la comprensión de los fenómenos.
Desde el momento en que se procura adecuar la narración al nivel de conocimientos de un público más amplio, hablaríamos de otro segundo gran tipo de cine: el cine de divulgación o cine documental.
El tercer tipo de cine, el cine de ficción, no es ajeno tampoco al tratamiento de temáticas científicas.
Ventajas y limitaciones de las producciones de ficción científica
En una cultura eminentemente visual como la que vivimos, la sociedad forma cada vez más su idea del pasado y del mundo (también de la ciencia) a través del cine y la televisión, ya sea mediante películas de ficción o documentales.
Sin embargo, estas formas colectivas de conocer la ciencia con frecuencia son ajenas al conocimiento producido por los científicos, aunque esto suele pasar inadvertido para la mayoría de los espectadores.
El lenguaje audiovisual es un sistema de representación de la realidad que nos rodea. Un sistema de representación que genera discursos y otorga significados a los objetos y prácticas de la vida cotidiana.
En este sentido, el lenguaje audiovisual con su incomparable capacidad de representación es también una de las más poderosas tecnologías de poder. Por ejemplo, durante el periodo de la Guerra Fría la maquinaria de Hollywood trabajó concienzudamente para fijar una imagen maquiavélica de los rusos. En este sentido, podemos señalar que las visiones de los científicos son casi siempre heroicas en todos los filmes.
El cine puede ser considerado como uno de los más poderosos factores de creación de actitudes públicas y de difusión de ideas acerca de la ciencia y los científicos. Las imágenes de los científicos y de la actividad científica que pueblan el imaginario colectivo han sido generadas y propagadas especialmente a través de los medios audiovisuales.
Hay que dejar claro también que el cine, en muchos sentidos y sobre todo el de ficción, es una forma de producción de ideas sobre la ciencia que transcurre ajena a la producción científica académica. El cine científico es una forma de aproximación a la ciencia.
El cine serviría para aproximar al espectador un acontecimiento y sus protagonistas.
El séptimo arte es también un agente histórico. Es decir, algunas películas han hecho que la gente se moviera para conseguir algo o que cambiara de actitud ante determinadas cuestiones. Por ejemplo, cabría explorar los efectos sociales que causó la popularización a través del cine de doctrinas científicas, como por ejemplo las investigaciones sobre la conducta sexual de la sociedad norteamericana de Alfred Kinsey (1948-1953), el psicoanálisis y el darwinismo.
A pesar de la censura a la que le sometió el mcarthysmo, la difusión de estas doctrinas por un medio de masas fue determinante para modificar el concepto de normalidad sexual en la puritana sociedad norteamericana de la época. La emisión por televisión en julio de 1982 de un docudrama basado en la historia de Alice Jefferson, una trabajadora británica de 53 años, fallecida a causa de un mesotelioma pleural causado por la exposición al amianto, también fue determinante para promover el debate social sobre los riesgos laborales y los daños a la salud pública causados por este mineral.
Arquetipos cinematográficos del científico
El cine ha ido creando una serie de imágenes sobre el científico que han ido penetrando en el imaginario colectivo de la sociedad occidental.
Dentro del cine de ciencia ficción se puede hablar de seis arquetipos básicos de científico.
Por un lado, se construye la imagen del científico sabio. Aquí el investigador forma parte del imaginario colectivo a través de una serie de clichés que conformarían al científico ideal. Éste sería un hombre dedicado íntegramente a la ciencia, entrado en años, muchas veces recluido en el reducido espacio de su laboratorio, lleno de inventos, tubos y probetas, y que dedicará su existencia al progreso de la ciencia. Por ejemplo, es el caso de Jerry Lewis en El profesor chiflado (1963).
La ciencia ficción ha sabido oscilar entre el elogio hacia los nuevos inventos y creaciones, y el recelo hacia los nuevos factores y situaciones sociales que la tecnología puede suponer, reflejo de la dicotomía social.
La tecnología supone unos riesgos y la ciencia ficción se encarga de crear historias basándose en esos riesgos (que pueden acabar en éxito o fracasar) como pueden ser las armas, los viajes de conquista, las máquinas autómatas, etc.
Thomas Edison fue una de las fuentes de inspiración de las temáticas de ciencia ficción. Edison revolucionó la sociedad a partir de sus invenciones y a pesar de sus errores inspiró en la ciencia ficción la historia de un inventor capaz de crear por sí solo algo capaz de salvar el mundo.
Inicialmente, la imagen del científico estaba anclada en el individualismo, como Edison. Pero con el paso del tiempo, vemos como aparece una variante importante del arquetipo, consecuencia de la evolución real de la profesión, que nos lleva a ver a los científicos agrupados en comunidades y convertidos en funcionarios regulares del Estado. Es el ejemplo de 2001: una odisea espacial (1968) y ET, el extraterrestre (1982). Hay tres variantes de este arquetipo. Por un lado estaría el sabio loco. Existe una legión de científicos dominados por la locura. Son grandes hombres de la ciencia pero que quieren conducirla fuera de los límites establecidos. Una conducción peligrosa que en la mayoría de los casos avanza en paralelo al aumento de su locura y decadencia. Este avance supone un desastre para el protagonista del film o para la humanidad. También supone una lectura negativa de lo que sería la ciencia, nos lleva a pensar en la ciencia como una amenaza.
Entre ellos tenemos los científicos que van contra la ética de la comunidad (son considerados dementes ya que atacan los tabúes de la sociedad), y aquellos que usan sus conocimientos contra la sociedad con fines perversos.
Hay tres que han sido modelos de inspiración para películas posteriores:
El doctor Mabuse de Fritz Lang, un maléfico científico que pretende someter a la humanidad ayudándose de robots humanizados. Mabuse es el prototipo de numerosos personajes posteriores locos y con ansias de poder.
La saga de los Fu-Manchú, conocido como el maligno genio de piel amarilla que combinará sus conocimientos con una gran dosis de crueldad.
El doctor Strangelove de ¿Teléfono rojo?: volamos hacia Moscú (1968) es la encarnación de un fascista contratado por América que se dedica a hacer su lucha particular.
Por otro lado, está el científico experimentador. La ciencia tiene aún demasiados agujeros por investigar y los guionistas se encargan de que sus personajes de ficción lo hagan. Los resultados de las investigaciones dependerán de la moral y la ética del científico que lo haga y pueden suponer la muerte o bien encontrar un remedio a sus problemas o para los problemas de la humanidad.
Este problema o amenaza pueden ser de origen extraterrestre, como en Alien, el octavo pasajero (1979), Planeta prohibido (1956) o El enigma de otro mundo (1951).
El peligro también puede encontrarse en el interior como consecuencia de un error en un experimento que puede convertirse en tragedia. Este argumento fue muy utilizado en los años 50 con las radiaciones que provocan mutaciones, como en La humanidad en peligro (1953), El increíble hombre menguante (1957) y la extensa saga de los Godzilla. No es una coincidencia que este hecho se produzca en la época del temor nuclear y de la Guerra Fría, pero también es posible verlo en producciones más actuales como El chip prodigioso (1987).
De científicos experimentadores se pueden citar los archiconocidos Dr. Jekyll, Frankenstein y Moreau. Otro ejemplo más cercano en el tiempo es el del serio investigador de La Mosca de David Cronenberg.
Por último, está el sabio patriota. Hacen avanzar la ciencia pero siguiendo siempre un código ético. Son patriotas y en la mayoría de casos trabajan para el Estado y tienen gran influencia militar como en el caso del científico de Viaje Alucinante (1966), que seguirá órdenes directas del Pentágono.
Muchas veces aparecen en pantalla trabajando en equipo al servicio de organismos como la NASA o el gobierno de EEUU, como el equipo que establece contacto con los extraterrestres de Encuentros en la tercera fase (1977).
Tal es la capacidad de sacrificio de este tipo de científicos que llegarán a dar su propia vida por una gran causa siempre y cuando estén arrepentidos de su labor como creadores y acabarán muriendo con una sonrisa de autosatisfacción, como en Piraña (1978), La mujer en la Luna (1928) o Cuando los mundos chocan (1951).
Otra imagen del científico es la del malvado o representante del Mal. Para llamar más la atención del espectador, la encarnación del Mal acostumbra a ser humana o, cuanto menos, antropomorfa. Así se da a entender que el Mal está entre nosotros y que de hecho es fruto de nuestra civilización. El mayor peligro deviene cuando el Mal ocupa el cuerpo de alguien. El enemigo de puede convertir en uno mismo como en el caso del Dr. Jekyll o bien encontrarse entre las personas de su entorno como Don Siegel explica en La invasión de los ladrones de cuerpos (1956).
La galería de malos de la ciencia ficción acostumbra a venir determinada por su apariencia física, su vestuario y su escondrijo o base de operaciones. Muchos presentan deformidades físicas, ojos asesinos, cicatrices sospechosas, tics repetitivos, sonrisa estridente, etc... Por ejemplo, el doctor Maligno en Austin Powers es la hiperbolización de todos estos rasgos.
El vestuario del malo acostumbra a valerse del color negro que tanto podemos encontrar en vestidos galácticos, túnicas o modelos medievales. Por ejemplo, Darth Vader (Star Wars), que además lleva guantes negros. También se encuentra este tipo de vestuario en el dictador del Planeta Rojo de Desafío Total (1990).
La madriguera o escondrijo también definen al malvado. Los escondites acostumbran a ser refugios, búnkeres llenos de trampas preparadas para recibir al héroe y que sirven para marcar la personalidad del representante del Mal: su soledad y aislamiento respecto a la sociedad. Ejemplos no faltan: las sagas de Flash Gordon, Fu- Manchú y Batman.
Generalmente, el Mal no se encarna en un único personaje, sino que algunas veces toma la forma de una masa colectiva uniforme, como suelen hacer los extraterrestres de las películas. Es así en Starship Troopers o La guerra de los mundos. Y otras veces se encarna fundamentalmente en la figura de un personaje que será apoyado por una serie de sicarios que lo seguirán allá donde vaya. En algunos casos será un grupo de robots, como en Runaway de M. Crichton.
La caracterización psicológica del personaje del malvado acostumbra a ser lineal, sin demasiada evolución. Es un ser sin escrúpulos y maquiavélico. Algunos hacen lo que haga falta para cumplir sus objetivos y, por tanto, actúan de forma lógica como en los casos del Dr. Mabuse o de Lex Luthor de Superman. Los dos aspiran a conquistar el mundo, cada cual conociendo la posición que ocupa y actuando en consecuencia, según sus medios. También encontramos malos que existen sólo para hacer oposición a los buenos y esta oposición será el motor del film, que generalmente no goza de una gran trama argumental. Casi todos lucharán por conseguir un estatus superior al que se encuentran, envidiando a todo el mundo que los rodea y utilizando recursos de forma inmoral y maquiavélica.
Los malvados más afortunados también gozan en muchas ocasiones de la compañía de bellezas femeninas que los seguirán con los ojos cerrados y encarnarán un papel sumiso ante ellos, cosa que acentuará aún más la soledad y el vacío interior de los enemigos del Bien.
Muchas películas de ficción del cine remiten a algunos asuntos recurrentes en la historia de la ciencia como las relaciones entre poder, ciencia y estado; las relaciones entre ciencia y religión; la función legitimadora de la ciencia o la visión de la ciencia como un proceso social de negociación.
Para novatos en el cine científico
Algunos ejemplos del cine más reciente pueden ayudar a iniciarse en este tipo de cine tan sugestivo:
‘Daens’ (1992)
Ambientada en la última década del siglo XIX, la película cuenta los avatares de Adolf Daens, un sacerdote que llega a la ciudad flamenca de Aalst donde tiene un hermano que publica El trabajador, un periódico del partido católico. El hambre, la muerte y la enfermedad por las calles y los salarios miserables de las fábricas del textil donde hay frecuentes accidentes laborales y donde trabajan niños de seis años hacen que el sacerdote publique en el periódico un artículo que molesta a Woeste, jefe del partido católico y abanderado de los propietarios de las fábricas. Pero Daens no se echa atrás y la muerte de un niño somnoliento en la fábrica le impulsa a apoyar la huelga espontánea que tiene lugar. Muchos obreros católicos se sienten defraudados por el partido confesional y no aceptan a los socialistas, aunque estén a favor de sus propuestas de justicia social. Daens crea un partido democristiano que es apoyado por los liberales y que sufre el boicot del partido católico. Cuando es elegido diputado se enfrenta a Woeste, quien conseguirá presionar a la jerarquía eclesiástica para reducir al silencio a Daens, deslegitimarle como representante de los católicos y, finalmente, acabar con su carrera política. Pero Daens, después de aceptar la obediencia de sus superiores, seguirá al lado de los pobres.
‘Los méritos de Madame Curie’ (1997)
En un destartalado laboratorio de la Escuela de Física y Química de París, dos científicos, Pierre Curie y Gustave Bemont, realizan en precario sus trabajos de investigación. El director de la institución, M. Schutz, obsesionado con conseguir laureles para la Escuela, les proporciona un ayudante: Marie, una brillante estudiante de química polaca. Pronto, la animadversión de Pierre Curie por la joven se transforma en admiración y amor, dando lugar a una de las historias románticas más interesantes de nuestro siglo, y a una relación profesional que descubrió uno de los avances más importantes de nuestro tiempo: el radio y su inmediata consecuencia, la radioactividad.
En este film, el director ha querido plasmar cómo es la revolución científica y también la imagen del científico.
‘El hombre elefante’ (1980)
La película está basada en un hecho real. John Merrick, el “monstruo de la era victoriana”, vivió en el London Hospital hasta su muerte en 1890.
Víctima de una enfermedad incurable, su vida, llena de desengaños e infortunios, ha sido llevada varias veces al cine y al teatro.
Explotado en un circo como si fuera un monstruo, Merrick es descubierto por un médico que le salva de su propietario, un feriante que le ha convertido en un animal. Tras años de humillación consigue descubrirse a sí mismo como ser humano y conoce lo que es ser tratado con la dignidad que se merece. Así, de su deforme máscara, surge una personalidad extrañamente dulce y cultivada. Aun así, la hipocresía de la alta sociedad victoriana, llevada por un equivocado ideal de belleza, permitirá que siga siendo considerado un salvaje.
El film tiene como eje la dificultad de los encuentros con la persona enferma o deforme, con la monstruosidad encarnada. Esta línea juega como metáfora de cualquier encuentro humano con lo diferente pero, de forma muy específica, del encuentro médico-paciente.
‘La historia de Lynchburg’ (1993)
Desde 1905 a 1972, 70.000 ciudadanos estadounidenses fueron obligados a esterilizarse. Eran individuos a los que el Estado consideraba anormales y no aptos para la reproducción. Entre 1927 y 1972 fueron forzados a esterilizarse 8.000 niños y jóvenes. La mayoría de estos casos se dieron en el sanatorio Lynchburg (Virgina), y salieron a la luz en 1980. A raíz de los datos aparecidos en medios de comunicación, un equipo de televisión comenzó a trabajar en su investigación. Su trabajo se resume en el documental La historia de Lynchburg. En él se ofrecen testimonios de los supervivientes de aquella pesadilla y se revelan todos los datos del programa masivo de esterilización en EEUU, en una época en la que muchos se dejaron seducir por la esterilización eugenésica. Escritores como H. G. Wells, George Bernard Shaw y políticos como Winston Churchill creían, como se recoge en el reportaje, que la esterilización mejoraría el vigor nacional y ahorraría millones en asistencia sanitaria. En aquella época, la eugenesia se convirtió en una palabra cotidiana, en una piedra angular de la política estadounidense. 27 estados pusieron en práctica leyes sobre la esterilización. En 1933 Hitler llegó al poder en Alemania y puso en marcha una ley eugenésica. Esta norma (se hizo creer a la humanidad que Hitler fue el precursor de este tipo de leyes) fue sacada de la legislación norteamericana y redactada por Harry Laugthlin.