jueves, 11 de enero de 2007

'Babel': incomunicación global


Por Jose Palacio

Al igual que hicieron en sus dos anteriores películas conjuntas, la sorprendente Amores perros y la maravillosa 21 gramos, con Babel, el director Alejandro González Iñárritu y su pareja de baile habitual, el guionista Guillermo Arriaga, vuelven a presentar un film complejo, estructurado en tres historias paralelas, a través de las cuales muestran como la tragedia y el destino son elementos que pueden afectar a todo el mundo por igual, por encima de diferencias culturales, idiomáticas o políticas.
Pero Babel muestra dos diferencias importantes respecto a sus predecesoras. Por un lado, mientras Amores perros se ceñía al ámbito de la ciudad de México y 21 gramos se adentraba en la realidad norteamericana, Babel muestra una realidad mundial, ya que cada historia se desarrolla en un país diferente y muy alejados entre sí (Marruecos, la frontera entre EE.UU y México, Japón). Para el director mexicano ha sido como rodar películas diferentes, y lo ha hecho acercándose a esas culturas no desde el punto de vista de un turista (viajes con billete de vuelta determinado), sino desde la mirada de un viajero, desde las entrañas de sus costumbres y las actitudes de sus personas.
La segunda diferencia entre Babel y el resto de la obra de González Iñárritu es conceptual. El desarrollo de cada una de las historias se da de modo lineal, sin los abundantes saltos cronológicos de las películas anteriores, a pesar de haber sido el rodaje más complejo, en tres continentes y en cuatro idiomas.

En Babel, las tres historias se desencadenan a partir de un hecho aparentemente insustancial: el regalo de un rifle de caza que un turista japonés le hace a un marroquí de las montañas al que conoce en un viaje. La primera historia muestra a una pareja de norteamericanos que deciden viajar a Marruecos para intentar recuperar la distancia que les separa. Pero, en el transcurso de un viaje en autobús por una carretera del interior del país, Susan (Cate Blanchet) recibe un disparo quedando malherida. Su marido Richard (Brad Pitt) se ve perdido en un país que desconoce, dándose la paradoja que sólo recibe la ayuda de un marroquí, que lleva a Susan a su casa para intentar curarla, mientras sufre la insolidaridad de los compatriotas que viajaban con ellos, cuestionando los valores y el egoísmo del hombre occidental.
La segunda historia se sitúa en la frontera que separa EE.UU de México. Se centra en el periplo de una niñera mexicana que tiene a su cuidado a una pareja de hermanos norteamericanos (hijos de Susan y Richard). Por los avatares en los que se ve envuelto el matrimonio americano, la niñera se lleva a los niños a la boda de su hijo, cruzando la frontera. El viaje será una pesadilla ya que tiene que sufrir junto a su hijo (Gael García Bernal) la humillación y la paranoia de la policía fronteriza americana.
La tercera historia se ubica en la otra parte del planeta, Japón, y refleja la incomunicación que existe entre un padre y su hija adolescente. En realidad se trata de una doble incomunicación: la generacional, con dos escalas de valores muy diferentes, y la comunicativa, ya que la joven Chieko, encarnada por la actriz Rinko Kikuchi, es sordomuda. Iñárritu refleja de forma estremecedora el punto de vista de la adolescente. Cuando la cámara ofrece el punto de vista de Chieko, el silencio absoluto que rodea su universo domina la escena. Ese silencio contrasta con el caos de la ciudad de Tokyo.
La distancia que separa a los dos personajes en cada una de las historias tiene un motivo doloroso y desgarrador, con el que es imposible convivir. Susan y Richard no han podido digerir la muerte de su hijo. La joven Chieko no logra superar el suicidio de su madre, y lo paga con su padre, del que se va distanciando paulatinamente. Mientras la niñera mexicana, interpretada por la enorme Adriana Barraza, sufre las consecuencias por haber nacido en el lado equivocado de la frontera.

González Iñárritu vuelve a mostrar su gran capacidad para sacar lo máximo de los actores. Como ya hizo en 21 gramos con Benicio del Toro, Sean Penn y Naomi Watts, en Babel el director mexicano demuestra que sabe dirigir con precisión tanto a actores desconocidos como a miembros destacados del star system. Para la representación de algunos personajes secundarios utilizó a no profesionales, para poder reflejar mejor el trasfondo de las diferentes culturas que aparecen representadas. Destaca la labor de una intensa Cate Blanchett y de un Brad Pitt que ofrece todo su potencial, demostrando hasta donde puede llegar trabajando sin red, bajo la batuta de una dirección muy exigente. Pero sin duda, las actuaciones más destacadas las ofrecen Koji Yakusho y Rinko Kikuchi, en sus papeles de padre e hija japoneses.

Si como indican los rumores, Babel será la última colaboración entre Alejandro González y Guillermo Arriaga, se puede afirmar que ambos serán recordados por haber elaborado tres películas marcadas por el dolor y la incomunicación, que les convierte en referente indispensable en el panorama del cine actual. Para Iñárritu, “lo mejor de Babel fue que empecé rodando una película acerca de las diferencias que separan a los seres humanos, las barreras físicas y del idioma, pero en el camino me di cuenta que estaba haciendo una película acerca de lo que nos une: el amor y el dolor. Es muy posible que lo que hace feliz a un marroquí y a un japonés sea muy diferente, pero lo que nos hace sentir mal es lo mismo para todos”. El resultado es una película inmensa, comprometida y visualmente muy intensa, en la que juegan un papel muy importante la fotografía de Rodrigo Prieto y la música de Gustavo Santaolalla. Cine con mayúsculas.

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