lunes, 20 de noviembre de 2006

'Brick': cine negro en High School



Por Magí Torras

Si hace un tiempo alguien hubiese comentado que se podía mezclar el cine negro con el juvenil adolescente, muchos se hubiesen echado a reír. Pues Brick es precisamente eso. Una vuelta de tuerca al cine noir, revisando el género y alterando algunos de sus referentes. Si la serie Veronica Mars ya puso los cimientos de lo que podríamos empezar a denominar como teen-noir, Brick se posiciona mucho más. Con el claro referente de las novelas de Dashiell Hammet en su estilo verbal y con una estética de género que recuerda a films como El halcón maltés o Laura, en el universo de Brick la acción se traslada a un instituto del sur de California donde se plantean sus propias reglas y se presentan unos personajes que, aunque rocen la mayoría de edad, recuerdan a algunos de películas ya clásicas.

Brick narra la historia del estudiante Brendan Fryre (Joseph Gordon-Lewitt, Cosas de Marcianos), un joven solitario al que le gusta observar sin involucrarse demasiado. Sin embargo esto cambia cuando su ex novia Emily (Emilie de Ravin, Perdidos) contacta con él y después desaparece de una forma extraña, sin dejar ningún rastro. Decidido a encontrarla, los acontecimientos llevarán a Brendan a descubrir los secretos más oscuros de muchos de los alumnos del inusual instituto. Durante su desesperada búsqueda de culpables por la desaparición de Emily, aparecerán típicos personajes de cine negro como el capo de la droga local o la siempre presente femme-fatale.

Estamos ante un universo surrealista, por supuesto, pero el espectador es consciente de ello desde el principio. Pese a que nos encontramos en un instituto donde no aparecen personajes adultos ni teléfonos móviles, la coherencia argumental del film no se ve dañada en ningún momento. Al contrario, resulta totalmente verosímil que los referentes de esta pandilla de jóvenes estudiantes sean los cubos de Rubik y el Hobbit y J.R.R Tolkien. El director pone sus cartas a la vista desde el principio y es el propio espectador quien decide si quiere adentrarse en su particular universo teen.

Esta ópera prima del cineasta Rian Johnson se ha convertido en su mejor carta de presentación. Con una confesa condición de cine indie (la película ha sido editada en el ordenador del propio director y financiada con 360.000 dólares que provenían de familiares y amigos) ha sido alabada por la crítica de medio mundo, ganando premios en festivales como el de Sundance o Sitges. En definitiva, Brick es un film más que recomendable, de cine negro en un instituto, donde el resultado de la película es tan impactante como el hecho de haber dado forma al concepto en sí.

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